Alumnos de una escuela técnica de Gálvez junto a la docente Mariela Guadagnoli desarrollaron adoquines hechos con arena, cemento y plástico molido. Un químico agregado los vuelve descontaminantes del aire. El proyecto fue premiado a nivel nacional e internacional. Cómo nació todo.
Todo surgió en los talleres de una escuela técnica de la ciudad de Gálvez -cuyas paredes descascaradas no restan entusiasmo adolescente ni ganas de crear-, en un 2018 prepandémico, cuando nadie se imaginaba la llegada del Covid. En la escuela había un área que se inundaba, justo donde los chicos pasaban siempre con sus bicis. “¿Qué hacemos?”, preguntó en voz alta la arquitecta y docente Mariela Guadagnoli, quien dos años después sería elegida por la fundación Varkey como una de las mejores 50 maestras del mundo. Y lo que hicieron fue novedoso.
Tras varios intentos prueba-error, idearon hacer adoquines resistentes pero a la vez ecológicos, de tamaño reducido y de fácil traslado. Mezclaron algo de cemento con arena y materiales plásticos de descarte (telgopor, tetra brick). Pero hubo un agregado “mágico”: “Les incorporamos un químico que hace que los adoquines sean descontaminantes. El adoquín, en presencia del sol y por fotocatálisis, destruye los contaminantes que tiene el aire, y deja el aire puro”, contó Guadagnoli, en un video difundido por YouTube.
Esta iniciativa, que tuvo su epicentro en la escuela secundaria de Educación Técnico-Profesional N°456 Hipólito Yrigoyen (Gálvez), se presentó en varios certámenes provinciales y fue premiado. En la Jornada de Jóvenes Emprendedores (JIJE) de la UNL, obtuvo el 1° premio a “Mejor Idea Proyecto”. También fue reconocida en Buenos Aires en el Congreso de Jóvenes Comprometidos por el Medio Ambiente de la Fundación Solydeus: logró la habilitación para participar en exposiciones en Barcelona y en Zaragoza, pero llegó la pandemia.
Pasó el tiempo y los adoquines ecológicos terminaron siendo premiados a nivel nacional e internacional. La iniciativa se presentó en países del continente americano como, Chile, México y Colombia. Y lo valioso es que los chicos nunca dejaron el proyecto: de hecho, hoy en la ciudad de Gálvez hay sectores públicos que tienen colocados estos adoquines. Recientemente el trabajo fue expuesto en una muestra realizada en la sede del Colegio de Arquitectos de la provincia de Santa Fe (Distrito 1), en esta capital.
Lo que consiguieron Guadagnoli y los alumnos fue nada más y nada menos que un producto resistente y ecológico. Los adoquines están hechos con cemento, arena y plástico molido; hay modelos con terminación a color, y otros de estilo rústico. El modelo que tiene telgopor fue el que más se usó para resolver la circulación pública, en calles y plazas en la ciudad de Gálvez.
“Si al adoquín le pasa una camioneta por encima no le hace nada, por su característica resistente. Este es un proyecto es más que interesante”, valora en diálogo con El Litoral el Arq. Marcos Finochietti, secretario del Colegio de Arquitectos Distrito 1, quien viene siguiendo cada paso del proceso.
Una bici para moler telgopor
Una anécdota: cuando la Municipalidad galvense les solicita que fabriquen el producto para incorporarlo en sectores de la ciudad, los chicos se dan cuenta de que no llegarían a moler tanto telgopor para hacer tantos adoquines. Todo esto en medio de la pandemia.
¿Y qué hicieron los alumnos? Con una bicicleta vieja -y en un campo, porque no se podía ir a la escuela y porque no querían usar ninguna energía no renovable-, armaron una moledora de telgopor, para optimizar el trabajo. “Es increíble el compromiso que todos tuvieron con este proyecto”, valora el arquitecto. Además, el Municipio de Gálvez propuso a los alumnos y la docente realizar un emprendimiento local: una cooperativa de trabajo para incluir a personas desempleadas.
“Los chicos tienen todas las pruebas hechas, se vincularon con nosotros a través del Colegio; también se reunieron con gente de la UNL para hacer algunas otras pruebas que les estaban quedando con la idea de desarrollar el patentamiento del adoquín. Ya lo presentaron en la UBA (Universidad de Buenos Aires), en la UNC (Córdoba); pero también en universidades de Colombia, México, Chile… Esto tiene una trascendencia muy grande. En el continente se habla de este proyecto”, enfatiza Finochietti.
El problema
Los adoquines pueden absorber las impurezas contaminantes que puede haber en un ambiente (como el humo), gracias a la incorporación de un químico. Pero aquí surgió la dificultad: que ese químico se importa a precio dólar, por lo cual es casi imposible conseguirlo. “Los chicos no lo tienen patentado desde la escuela porque claro: no pudieron desarrollar el producto a una escala mayor debido a los altos costos que tiene esa materia prima importada”, explica el arquitecto.
Lamentablemente, de momento la aplicabilidad en la práctica de este producto constructivo es “bastante inviable” por ese químico importado, que es muy caro. “Los chicos tienen todo: el desarrollo, la experiencia, la capacidad de producción, pero se encontraron con esta limitación”, concluye el referente del Colegio de Arquitectos. De todos modos, con tanta inventiva juvenil seguramente podrán sortear este obstáculo.
Docente premiada
Mariela Guadagnoli (docente de la escuela secundaria de Educación Técnico-Profesional N°456 Hipólito Yrigoyen de Gálvez) fue premiada en la convocatoria Maestros Argentinos, quedando en 5° lugar a nivel nacional. En 2020, la arquitecta fue nominada por la Fundación Varkey como una de las 50 mejores maestras del mundo.
La idea de los “ecoadoquines” surgió “como un desafío que les planteé a mis alumnos. Se nos inundaban varias áreas de la escuela por las que ellos transitan con sus bicicletas. Decidimos hacer hacer un adoquín pero que fuese ecológico. Empezamos a probar, a incursionar con varios materiales. Y logramos esto. La escuela técnica tiene los espacios de taller que son grupos reducidos y nos permite un vínculo más cercano con los chicos”, declaró la arquitecta.
FUENTE: EL LITORAL