Por Jonatan Loidi:
Años atrás, Sam Walton, fundador de la mayor red minorista del mundo, Wal-Mart, abrió un programa de capacitación para sus empleados, con mucha sabiduría. Cuando todos esperaban una conferencia sobre ventas y atención, comenzó con las siguientes palabras:
-Yo soy el hombre que va a un restaurante, se sienta en la mesa y espera pacientemente, mientras el mesero lo hace todo, menos anotar mi pedido.
-Soy el hombre que va a una tienda y espera callado mientras los vendedores terminan sus conversaciones privadas.
-Soy el hombre que entra en una gasolinera y nunca usa la bocina, pero espera pacientemente que el empleado termine la lectura de su periódico.
-Soy el hombre que explica su desesperada urgencia por una pieza, pero no reclama que la recibe solamente después de tres semanas de espera.
-Soy el hombre que, cuando entra en un establecimiento comercial, parece estar pidiendo un favor, suplicando una sonrisa o esperando ser notado.
Debes estar pensando que soy una persona quieta, paciente, del tipo que nunca crea problemas… Te equivocas.
¿Sabes quién soy? ¡Soy el cliente que nunca volverá!
Me divierto viendo millones gastados cada año en anuncios de toda orden, para llevarme de nuevo a tu empresa. Siendo que cuando fui allí por primera vez, todo lo que debieron haber hecho era solo una pequeña bondad, simple y barata: tratarme con un poco más de cortesía.
Solo hay un jefe: el CLIENTE. Y él puede despedir a todas las personas de la empresa, del presidente al conserje, simplemente llevando su dinero para gastar en otro lugar.