La decisión de desarrollar un proyecto comprometido con el medio ambiente comienza antes de poner el primer ladrillo y se extiende hasta después de la entrega.
Mucho se habla de construcción sustentable, pero a qué nos referimos realmente cuando la nombramos. Sin dudas, son prácticas que apuntan a una eficiencia energética, de recursos y al diseño ecológico. Todo esto implica un proceso que comienza antes de que se empiece a construir la vivienda, desde su diseño y continúa mucho después de la entrega de la obra. Así, los principales objetivos de este modelo de construcción son evitar el agotamiento de recursos como el agua, la energía, la tierra; favorecer el cuidado del planeta, y crear entornos que sean habitables y amigables con los nuevos estilos de vida de la población de cada lugar. Por todo esto, la construcción sustentable tiene ciertos principios que le dan estructura y que detallaremos a continuación:
La ubicación en el entorno
Será de suma importancia el emplazamiento de la nueva construcción para aprovechar al máximo su eficiencia energética, como ser el ingreso de luz y ventilación natural. Por caso, en nuestros proyectos elegimos lotes ubicados en calles que cuenten con una gran pendiente que permite evitar la aparición de efectos ambientales negativos como una posible inundación. También se considera un punto importante la cercanía a los transportes públicos para que los residentes puedan viajar sin necesidad de usar un vehículo personal. Por eso un dato determinante es la cercanía a calles que, por ejemplo, tengan bicisendas o con una gran conectividad con medios de locomoción.
Energías renovables y eficientes
La utilización de fuentes solares, geotérmicas o aerotérmicas son claves para reducir al mínimo las necesidades de climatización, además del uso de sistemas certificados, iluminación eficiente y materiales aislantes en losas, muros medianeros y aventanamientos. De esta forma se busca reducir las emisiones de dióxido de carbono que cada construcción pueda generar a la atmósfera.
Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la energía que se consume en un hogar, se utiliza para climatizar y si esa energía que se usa para mantener el confort no se conserva en el interior, se pierde y genera gastos. Si los techos, muros y pisos no están correctamente aislados térmicamente, el calor de la estufa o el frío del aire acondicionado se pierden. Lo que se traduce directamente en aumentos en las facturas de luz y gas, entre otros perjuicios tanto para la salud como para la estructura de la edificación.
Un consumo responsable del agua
Todas las instalaciones deben apuntar a utilizar este recurso de un modo eficiente. Será fundamental minimizar su consumo e incluso reciclarla, almacenarla y reutilizarla a través de sistemas de recolección de agua de lluvia, atomizadores de grifos e inodoros de doble descarga.
Mejorar la calidad de vida
Un edificio “verde” cuenta con muchos beneficios que tienen que ver con la salud y el bienestar de sus habitantes no sólo desde el punto de vista del confort sino también a través de la buena calidad de aire interior que se genera en sus espacios.
Asegurar un correcto funcionamiento por parte de los usuarios
Es fundamental la predisposición de las personas que habiten estos edificios a hacer correcto uso de los mismos ya que en muchos casos obliga a un cambio en sus hábitos y a cierta flexibilidad en cuanto a su empleo.
Pensar ciudades sustentables
¿Por qué es tan importante que tanto desarrolladores, como arquitectos y usuarios empecemos a pensar en qué tipo de viviendas, y por ende centros urbanos, queremos construir? Lo que sucede, es que aunque la mayor superficie de la Tierra no esté urbanizada, es justamente en las ciudades donde se concentran las poblaciones, generando allí un gran impacto medioambiental. Según diferentes informes, se estima que para 2030 se necesitarán 260 millones de nuevas viviendas urbanas. Entonces, no resulta ilógica la pregunta, pensando sobre todo en asegurar el derecho a la vivienda, pero también para ser amigables con nuestro entorno natural. En materia de volumen de construcción, se estima que en 2030 moverá 15,5 trillones de dólares en el mundo, liderado claramente por tres naciones: China, Estados Unidos e India, que llegan a acaparar el 57 por ciento del mercado.
Por otra parte, si ponemos el foco en la Argentina, se sabe que para 2025 tendrá un crecimiento poblacional que rondará el 16 por ciento, y esto impactará directamente sobre el sector inmobiliario y en el entramado social de las ciudades. Por todo esto es preciso diseñar la experiencia de vivir en una ciudad, desde qué tipo de transporte es necesario hasta descentralizar los puntos de mayor afluencia para generar un movimiento homogéneo en el mapa urbano. Para ahondar en cómo las construcciones dejan su huella en el ambiente se puede comparar la cantidad de dióxido de carbono que emiten los edificios y las industrias medidos por sector. Sorprendentemente, mientras los primeros descargan un 40 por ciento a la atmósfera, las segundas sólo lo hacen en un 28 por ciento. El mencionado dato no sorprende a los más jóvenes, que son conscientes de la problemática del techo estable, por eso el 39 por ciento de los millennials afirman que prefieren pagar una suscripción que les permita mudarse en la zona por ellos elegida que firmar un contrato de largo plazo. Es decir, ya están pensando en la propiedad de un modo colectivo. Al mismo tiempo, exigen construcciones sustentables, pero no solo por tener atomizadores de agua en los grifos, sino que demandan un proyecto que sea 100 por ciento pensado desde su impacto. Por eso valoran detalles como las terrazas o muros verdes, la recolección de agua de lluvia, la reutilización de las aguas grises y el que la climatización de los ambientes haya sido tenida ya en cuenta desde la orientación del edificio o casa. Por todo esto es preciso pensar qué tipo de ciudad necesitamos y cómo queremos construirla.
Fuente: Diario La Nación