En pleno contexto de crisis, en el 2001, nació Patagonia Flooring, una firma que apostó por un mercado desatendido: la elaboración de pisos de madera de alta gama, orientados hacía la exportación. Hasta 2003, el total de la producción se vendió fuera del país. Luego, comenzaron a vender desde la fábrica a importantes proyectos inmobiliarios en Puerto Madero y en 2007, con la apertura del primer local comercial, el modelo de negocio se terminó de reconfigurar hacia el mercado interno.
“El 2017 fue un muy buen año para nosotros. Cuando arrancó el 2018, no sabíamos que esperar porque nuestro producto no es de primera necesidad. Ideamos campañas publicitarias y comerciales, que dieron muy buenos resultados y, de esta forma, terminamos el año vendiendo poco más que en 2017. En el actual contexto, logramos sostener la facturación”, cuenta Kevin Saramaga, director operativo de Patagonia Flooring. La empresa facturó en 2018 u$s 17 millones.
A fin del año pasado, la compañía anunció que tendría una nueva unidad de negocios. La firma se convirtió en distribuidora exclusiva de la sueca Bona, experta en instalación, mantenimiento y renovación de pisos de madera. “En 2015 comenzamos a plantear este negocio, pero se demoró tres años en concretarse. En junio llegó el primer contenedor con productos. Ya vamos por el sexto”, señala Saramaga.
Bona tiene tres líneas de productos: para fabricantes, para profesionales, que se dedican a restaurar pisos de madera, y para clientes particulares. Recientemente, Patagonia Flooring abrió un local en Floresta para vender los productos a los profesionales. Allí, cuentan con un aula de capacitación, donde ofrecen entrenamiento para restaurar pisos. “El próximo paso es que los productos para clientes particulares se puedan conseguir en cadenas de retail”, enfatiza Saramaga.
El director operativo de Patagonia Flooring asegura que lo que más le interesa es vender el servicio para restaurar los pisos. “Considero que de acá a dos años, la unidad de negocios relacionada con Bona va a representar el 40% de la facturación de la empresa. El horizonte para crecer es gigante. Sólo nosotros vendemos 300.000 m2 en Argentina por año”, afirma el ejecutivo. Para llevar adelante el proyecto, se invirtió casi u$s 1 millón, entre el local, el stock de productos y las campañas de marketing. En paralelo, la empresa está invirtiendo para ampliar la fábrica y para mejorar la distribución.
A lo largo de estos 17 años, la firma pasó de no tener ningún local a contar con 60. Además, tiene presencia en Uruguay, Paraguay, Brasil y Miami. “Si bien, se empezó como un proyecto exportador, Argentina es un país tan cambiante, que la coyuntura te lleva a cambiar el modelo de negocio. Crecimos inmensamente en el mercado interno”, dice Saramaga. El plan para este año es destinar un 30% de la producción para venderla en el exterior.
La madera proviene de Chaco, Formosa y Salta. Algunas las compran en Brasil y Bolivia, y también cuentan con roble de Estados Unidos y francés. La elaboración de la madera para pisos la llevan adelante en una fábrica en Mataderos. Saramaga cuenta: “El costo logístico es un obstáculo. Me sale más caro traer un camión de madera del Chaco que un contenedor de material de lustre de Suecia. El problema es que esos costos los exportás. Los tenés que asumir como pérdida”.