A pesar de los bajos precios, este sector es el que primero va a crecer en la postpandemia. Las causas.
Hoy estamos en cuarentena, pero como empresarios debemos poner la mirada también en el día después. Cuando volvamos a la actividad, deberemos convivir con el virus por bastante tiempo y en ese entorno retomaremos, con los cuidados del caso y los protocolos obligatorios, la construcción privada.
De hecho se espera que este sector tenga un rol protagónico en la economía durante los próximos meses, tal como lo ha anunciado el presidente de la Nación.
En nuestra visión, quien en la post cuarentena empiece a poner su plata en ladrillos estará haciendo un buen negocio. Es el momento de los activos reales, aunque se diga que las rentas inmobiliarias son bajas, que son inversiones ilíquidas y que están (o estaban) caros. Esa visión lleva a algunos a optar por los activos financieros. Es cierto que las acciones se desplomaron. Pero es imposible saber cuánto valdrán las empresas ni con qué criterios valuarlas en el mundo por venir, cuando el coronavirus pase. Sin ir más lejos, la crisis del 2008 hizo desaparecer a líderes centenarios globales.
Por el contrario, los ladrillos permanecen indiscutiblemente en el tiempo. Cuando vuelva a salir el sol, ahí estarán. Los podremos tocar, habitar, alquilar o vender. Activos reales, esa es la fórmula inversora defensiva de este contexto adverso.
En entornos como el actual, la aproximación conservadora suele ser lo más recomendable: orientarse a la construcción, hacerlo con capital propio, deuda moderada y apuesta por activos de calidad que, a largo plazo, tal como lo acredita la historia, conserven su valor y nos permitan atravesar los tsunamis con solvencia.
¿A qué llamamos productos inmobiliarios de calidad? A los que mejor se adapten al mundo por venir, en el que habrá más aislamiento de las personas, saneamiento de la edilicia y tecnología para conectarnos aún distanciados, tanto al trabajar, como al habitar y al entretenernos.
Es posible que modelos que asumíamos como anticuados, tales como la suburbanización en entornos cerrados y alejados, quizás regresen. Y que algunos formatos clásicos entren en crisis, como las grandes torres corporativas a las cuales el probado home office las pondrá en jaque. Ni hablar de la hotelería y todas las inversiones en ladrillos asociadas al turismo, que tardarán en recomponerse.
Es momentos de mirar caso por caso, buscar selectivamente oportunidades y, para los que se animen, aprovecharlas.
Por Damián Tabakman / Presidente de CEDU, Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos